viernes, 8 de mayo de 2020

Resiliencia ¿Es posible traspasar el umbral del dolor sin morir en el intento?



Encerrado, solo, con falta de aire, sensación de angustia, una opresión dura en el pecho, como si llevara una piedra encadenada al cuello e intentara caminar sin poder moverme del mismo lugar, combatiendo con unas ganas locas de dejarse morir vs el instinto de supervivencia, pensamientos devastadores que van y vienen, insomnio y la necesidad de parchear ese estado por el miedo profundo a lidiar con él, pues nada se siente más parecido a la muerte que el dolor del alma y saber que aún sigues vivo. 

No es drama, solo trato de describir lo más cercanamente posible lo que sentí en los momentos más vulnerables de mi vida, de los cuáles tuve dos capítulos durante esta cuarentena.

Pero ¿por qué escribo sobre esto? Lo hago porque se que TODOS en algún momento han pasado o están pasando por ello, y no le encuentran sentido a lo que les sucede tanto así que creen que algo anda mal en ellos y no es así.

He vivido varios eventos traumáticos desde mi niñez, de todos salí fortalecido, y aprendí a ser resiliente sin saber que lo hacía, y tal vez me costó más que a la mayoría lidiar con mis demonios internos sin intentar suicidarme, porque de algún modo esa divina deidad a la que yo llamo Dios me sostuvo en todo momento.

Justo acabo de ver un vídeo que luego compartiré sobre la resiliencia frente a los eventos traumáticos, y el fin de semana pasado en una entrevista platicaba con una invitada sobre lo terapéutico que es transmutar el dolor para luego convertirlo en una obra de arte, pero a su vez de que nada de esto podría lograrse si primero no se tiene la valentía suficiente de abrazar nuestra verdad cuando nos encontramos en esos momentos tan vulnerables donde pareciera que la vida se nos escapa en el aliento.

Para esto queridos lectores, podría hablar desde muchas aristas sobre este tema, pero en este artículo me quiero enfocar en el hecho de que “aquello que se resiste persiste” y si no aprendemos a lidiar con la incomodidad del dolor, de la herida, de la verdad de nuestra fragilidad en el momento en el que atravesemos por ella, la vida se encargará a golpes de hacernos aprender la lección hasta que decidamos empezar a hacernos cargo de nosotros mismos, escucharnos, prestar atención a esos estados sin necesidad de entrar en la histeria, pero más bien con paciencia, comprensión y misericordia hacia nosotros.

Durante décadas hemos vivido en la cultura del sprint, de lo rápido, del “lo necesito para ayer”, del “estoy full”, del solo seré valios@ por el que tan ocupado esté. Pues lamento deciros queridos que ese viejo sistema caducó y nos encaminamos a un nuevo orden mundial, en ese sentido.
Sé muy bien lo que es eso, pues estuve en el mismo ojo de la tormenta, pero después de tanto leer y escuchar a coaches, filósofos y terapeutas, caí en cuenta que no podía postergarme más tiempo y aprender a lidiar con ese “dolor” simplemente PARANDO.

Sí así es, parando, soltando el control, permitiendo que la vida pase sin que yo haga nada al respecto, y lidiando con esa incomodidad de “no poder hacer nada”.

Frente a eso la impotencia y la incertidumbre que ese tipo de estados provoca son nuestras más grandes maestras, pues solo nos queda como última alternativa mirarlas cara a cara y lejos de creer que nos destruirán abrazarlas.

Es como la sensación que produce el dar un salto al vacío, sin ningún tipo de seguridad y arnés, confiando en la vida y la divina providencia, UN SALTO DE FE.

De algún modo siempre he tenido oportunidad de ejercitarme en el arte de la resiliencia, pero jamás como en este tiempo. Un tiempo donde no tuve la menor alternativa de parchear el dolor, sino de hacerle frente solo, sin movimiento ni de mi parte ni del mundo, en un momento donde ni siquiera tenía la excusa de uír porque no tenía donde, y el mundo estaba paralizado.

Es curioso como un virus tan pequeño nos ha dado tantas lecciones de vida en apenas casi 60 días, lecciones que a muchos les puede costar años de aprendizaje, la vida quiso aleccionarnos en un intensivo del cuál muchos saldremos renovados, con una nueva mentalidad, y los que no, pues lamentablemente deberán aprender a adaptarse frenar y lidiar con ellos mismos, porque a partir de esta nueva era solo primará la verdad y la autenticidad, por lo cual es impositivo entrar en este proceso de autoconocimiento a través de lidiar con nuestra vulnerabilidad, porque es lo que somos “seres humanos vulnerables” y partiendo de ahí construir un nuevo mundo, porque si pretendemos seguir construyendo desde la mentira del “soy fuerte mírame cómo lo hago” esta vez más temprano que tarde ese nuevo “castillo de naipes” terminará por derrumbarse.

Por tu evolución.

Atte.

Carmar Kuri.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario